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No subes tus precios por miedo
Te quejas de que tus clientes no pagan lo que vales. Que el mercado está saturado. Que nadie aprecia tu trabajo.
¡ESPERA!
Eres tú quien pone los precios, así que dime: ¿cuál es exactamente el problema?
No, aquí no te voy a decir que el problema es del mercado o a consolarte porque tú no tienes la culpa, iremos directo al problema raíz: tú.
No es el cliente, es tu miedo.
El miedo a validar lo que cobras, a sentirte expuesto, a perder la coartada emocional que te protege del fracaso. Mientras sigas cobrando poco, te mantendras en una posición débil porque te da una sensación de seguridad emocional vs confirmar tus miedos, además siempre tendrás una excusa:
“hice lo que pude”, “y qué quiere el cliente con lo que me paga”.
Esa frase te libera del peso de asumir que, si te pagaran más, tendrías que responder como un profesional y no como alguien que improvisa.
Cobrar poco se siente seguro porque te mantiene invisible, eres uno más.
No tienes que justificar procesos, ni planificar entregas, ni prometer resultados. Es el terreno donde puedes seguir culpando al cliente, al algoritmo o al país, donde la precariedad se vuelve costumbre y el desorden tu excusa.
Y ahí llega la frase más peligrosa:
“No me importa, soy creativo”
La excusa perfecta para no entender lo contable, lo financiero o lo operativo, porque simplemente “no es tu trabajo”, pero la creatividad no te salva de la falta de estructura ni de aprender a poner precio a tu trabajo.
Definir tus precios no es negociar con el cliente, es negociar contigo: entre lo que necesitas, lo que mereces y lo que estás dispuesto a ofrecer.
Cobrar bien te obliga a mirarte sin la máscara del creativo, a revisar tus hábitos, tus métodos y tu oferta. No es solo dinero, es enfrentarte a lo que te incomoda: ser un profesional reconocible y responsable.
Porque cuando cobras bien, ya no puedes esconderte.
No puedes decir “no tuve tiempo” o “el cliente no entendió”. Si el resultado no se logra, no fue el cliente ni el mercado: fuiste tú.
Y para que eso no pase, necesitas orden, procesos y estructura. Te enfrenta a la responsabilidad que evitabas detrás del “yo soy creativo”.
Claro, siempre está la opción de hacer trampa: subir tus precios y seguir siendo el mismo. Pero eso no es profesionalismo, es engaño y estafa. Y si todavía respetas tu oficio, lo sabes.
Subir tus precios no es una decisión financiera, es ética.
Significa dejar de esperar aceptación y empezar a construirla desde tu forma de trabajar. Pasar del “ojalá salga bien” al “sé exactamente cómo lo haré y obtendré”. Esa certeza, no el talento, es la que te da libertad.
Cobrar bien no te convierte en elitista ni en arrogante. Te convierte en alguien que entiende su oficio porque si vas a cobrar lo que vales, primero tienes que valer lo que cobras.
¿Quieres saber cómo hacerlo, cómo subir tus precios sin miedo?
En mi comunidad te explico cómo subir tus precios sin sentirte un estafador.

